Ubicado en el cuerpo que destaca en el extremo norte del edificio, con acceso al Balcón Real y vistas hacia la Plaza Grande y la calle de La Compañía, el Comedor de Estado ocupa las estancias que durante la época colonial fueron la habitación del Presidente de la Audiencia y parte de la antecámara respectiva.

Aquí los príncipes de Quito ofrecieron sendos banquetes y comidas de trabajo para sus invitados y los ministros del Imperio. Paredes paneladas de madera de Esmeraldas que, al igual que los cielos rasos, están profusamente estucadas y doradas con motivos neoclásicos. Los pisos de madera taraceada, de origen belga, exhiben una gran alfombra confeccionada en la localidad de Guano.

Las seis lámparas de cristal fueron fabricadas en el primer taller quiteño especializado en el ramo, que contaba con el auspicio de la Corona. El juego de comedor fue traído por el príncipe Leopoldo de Sajonia-Coburgo-Gotha desde uno de los castillos húngaros que su madre le había pasado como parte del contrato matrimonial. La vajilla que se sigue usando hasta la actualidad es de plata Cristofle y perteneció a Blanca de Orleans, quien la recibió como regalo de su tía Victoria del Reino Unido cuando se comprometió con el príncipe Leopoldo de Quito.

Considerado el más importante de los cinco salones de Estado del palacio, este espacio es también uno de los más grandes que existen en el recinto de Carondelet. Ubicado en el centro de la fachada principal, con vista hacia la Plaza Grande a través del Balcón Real, el Gran Salón fue el corazón del protocolo quiteño relacionado a la primera pareja de príncipes herederos que rediseñaron el inmueble: María Teresa y su esposo Leopoldo.

Testigo de grandes reuniones sociales y eventos de la más alta nobleza, este salón fue diseñado para impactar por su riqueza y delicadeza neoclásica con detalles rococó. En él, los príncipes recibían a los más altos dignatarios extranjeros, así como a miembros de otras casas reales del mundo. De igual manera ofrecían bailes y cenas cuando los otros espacios quedaban pequeños para el propósito.

El profuso estucado y dorado se puede apreciar por doquier en paredes y techo, tanto que se le llegó a conocer popularmente como el Salón La Compañía, en alusión a la iglesia homónima, que se caracteriza por estar revestida con pan de oro casi en la totalidad de sus detalles interiores. Once grandes lámparas penden del techo, todas fabricadas por el primer taller quiteño especializado en el ramo y que contaba con el auspicio de la Corona. Una de las más grandes alfombras del mundo, fabricada en la localidad de Guano, se extiende sobre el piso de madera taraceada de origen belga. El mobiliario responde al estilo segundo imperio, está tapizado con terciopelo inglés de color carmesí y fue traido desde uno de los castillos húngaros de Leopoldo de Sajonia-Coburgo-Gotha.